A veces pienso que quizás escribir todo lo que a uno le viene a la cabeza en un momento determinado puede tener un notable efecto ansiolítico. Voy a intentar comprobarlo una vez más.
Es importante también hacerlo con la máxima rapidez que uno pueda hacerlo.
En este preciso instante una querida amiga me ha comunicado que me regala el libro "Rayuela". Todo un clásico contemporáneo, si es que eso no es una contradicción. Sin tiempos verbales coherentes: en lenguaje moderno al más puro estilo de la serie Lost hablaríamos de flashbacks, flashforwards y presente paralelo (no recuerdo la terminología anglosajona).
No sé muy bien a qué viene esto, pero es parte del ejercicio. Es una descarga increíble de adrenalina. En mi caso creo que incluso me genera las famosas endorfinas. Sí, esas que supuestamente da el gimnasio. Y el ejercicio físico regular. Y tantas otras patrañas: no es que crea que nos engañan (a veces sí), simplemente es que parece que uno no pueda ser feliz si no adquiere las susodichas famosas.
Estos días algunos escogen plaza para el MIR. Hace dos años estuve yo ahí. Cada vez lo veo más lejano. Supongo que es normal... El paso del tiempo hace mella en la mente de uno.
Suenan sirenas. No sé si son ambulancias, la policía o los bomberos; la persiana está bajada porque llueve y no gusta que se mojen los cristales. Ésta podría colar como frase novelesca.
Algún día escribiré una. Es una de mis tareas pendientes. De hecho, empecé una. Ahí la tengo, guardada en uno de esos drives. Malditos catálogos digitales, no sé a quién se le ocurrió inventarlos... En realidad no me refiero tanto a la dualidad analógico-digital, sino más a conservar algún tipo de soporte físico para conservar determinados materiales. Con lo bien que me ha ido en más de una ocasión descubrir un viejo CD o papel perdido con información sumamente relevante (como si yo fuera alguien relevante... juas, juas). Tendré que hacerme con una máquina de escribir que funcione. Sería un sueño cumplido. Aunque me guste esto de los blogueros y sentirme moderno, adaptado al mundo de hoy en día.
Los días pasan. Nos ponemos nerviosos por unas cosas y por otras. Queremos salvar el mundo, y a veces no somos capaces ni de sacarnos adelante a nosotros mismos.
Es bien curioso: esta mañana hacíamos un ejercicio en grupo y se trataba de copiar lo que habíamos visto en una imagen durante 3 segundos, para evaluar nuestra capacidad de atención y percepción. Nadie, absolutamente nadie, ha acertado. Pero lo más increíble es que todos hemos escrito diferentes cosas en nuestros respectivos papeles.
Al mismo tiempo, me deprime la nula capacidad de introspección de algunos, insistentes saboteadores de la clase y afilados críticos guatsaperos posteriormente. Lo sé, es una crítica, y me gusta ser positivo. Pero no menciono nombres, por supuesto, y no pienso ir más allá.
Últimamente tengo ganas de lloriquear como un niño, pero las lágrimas no acaban de salir. Y luego encima me quejo de la poca introspección de los demás... O quizás ese no es el problema. No lo sé. Demasiados agobios y poca reflexión, eso sí lo sé. Debo exigirme rectificar y actuar más pausadamente.
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