Estoy enfermo. Y supongo que por eso también tengo algo más de tiempo para reflexionar, entre golpe y golpe de tos. Y llevo un tiempo con ciertas dudas y temores que me asolan. Por desgracia he estado en contacto con varios casos muy graves últimamente, a lo cual se suma un exceso de guardias sin tiempo para reflexionar.
Hay mucha gente que acude a urgencias. Muchos vienen y especifican síntomas psíquicos concretos: ansiedad, depresión, ideas delirantes, alucinaciones... Otros relatan acontecimientos vitales, que muchas veces asocian a síntomas concretos. En ambos casos, esas personas llevan a cuestas una vida, con unas vivencias, unos sentimientos, unas emociones, unos pensamientos, con sus respectivas relaciones humanas y con el entorno. A veces, por las prisas que lleva el personal sanitario y las largas esperas a las que son sometidos los que acuden a urgencias, es fácil que pasemos esto por alto.
Muchísima gente, por desgracia, admite que se le han pasado por la cabeza ideas de muerte como solución a los problemas. El circuito que funciona en el sistema público quizás no sea tampoco lo mejor para muchos de las personas que solicitan ayuda en estos casos. ¿Y todo esto por qué lo digo? Porque la Psiquiatría tiene limitaciones. Y mucho mayores de las que la gente cree, incluso muchos psiquiatras. En un mundo tan rápido como el de hoy, sigue sin existir un tratamiento que pueda combatir las desgracias con las que mucha gente se encuentra en el día a día. No existen fármacos para combatir la soledad, la impotencia, la rabia... Aunque a veces se intente ayudar paliando los síntomas.
Es un tema que da para mucho, continuaremos otro día.
Ante todo, mejórate muy pronto... El sistema es deshumanizador, te desprovée de herramientas útiles para ayudar a los pacientes pero nunca podrá arrebatarte el poder de uno/a para transmitirle a otra persona que -cuentes con lo que cuentes- le ayudarás, y ese paciente lo verá en tu mirada, en tus gestos y en su evolución. Cúidate doctor...
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